JUNIO 8, 2009
Una vida recordada
LEA: Salmo 139:1-16
Para que podamos… consolar a los que están en… tribulación, por medio de la consolación con que… somos consolados por Dios. — 2 Corintios 1:4
«Papi, ayúdame». Esas fueron las últimas palabras que Dianne y Gary Cronin le escucharon decir a su hija mientras ésta luchaba por respirar. Kristin, de 14 años, murió repentinamente, justo dos días después de decir que no se sentía bien. Una infección de estreptococo atacó su cuerpo el jueves. Para el sábado, estaba rogando a su padre que la ayudara.
Antes de que Kristin muriera, tenía programado hablar en la iglesia de su familia en Soldotna, Alaska. En el tiempo de Dios, estuve ante la congregación el día después del funeral de la niña.
Kristin era una de esas vivaces adolescentes que amaba a Jesús y vivía para Él —y cuya súbita muerte nos deja con un millón de preguntas.
Debido a que yo había pasado por algo similar al perder a mi propia hija adolescente hacía unos cuantos años, pude ofrecer algo de consejo a esta iglesia asombrada y acongojada. Primero, dije, debemos reconocer la soberanía de Dios. Salmo 139:16 nos recuerda que la vida de Kristin duró el tiempo exacto que Dios quiso. Segundo, le pedí a la iglesia que jamás olvidara a la familia de la muchacha. Sea que pasen dos meses o cinco años, la familia jamás «superará» la pérdida de Kristin. Jamás dejará de necesitar a cristianos que se preocupen y que se acuerden de ella.
En momentos como éste, no olvides que Dios tiene el control y que Él quiere que seamos un consuelo para los demás.
Una vida recordada
LEA: Salmo 139:1-16
Para que podamos… consolar a los que están en… tribulación, por medio de la consolación con que… somos consolados por Dios. — 2 Corintios 1:4
«Papi, ayúdame». Esas fueron las últimas palabras que Dianne y Gary Cronin le escucharon decir a su hija mientras ésta luchaba por respirar. Kristin, de 14 años, murió repentinamente, justo dos días después de decir que no se sentía bien. Una infección de estreptococo atacó su cuerpo el jueves. Para el sábado, estaba rogando a su padre que la ayudara.
Antes de que Kristin muriera, tenía programado hablar en la iglesia de su familia en Soldotna, Alaska. En el tiempo de Dios, estuve ante la congregación el día después del funeral de la niña.
Kristin era una de esas vivaces adolescentes que amaba a Jesús y vivía para Él —y cuya súbita muerte nos deja con un millón de preguntas.
Debido a que yo había pasado por algo similar al perder a mi propia hija adolescente hacía unos cuantos años, pude ofrecer algo de consejo a esta iglesia asombrada y acongojada. Primero, dije, debemos reconocer la soberanía de Dios. Salmo 139:16 nos recuerda que la vida de Kristin duró el tiempo exacto que Dios quiso. Segundo, le pedí a la iglesia que jamás olvidara a la familia de la muchacha. Sea que pasen dos meses o cinco años, la familia jamás «superará» la pérdida de Kristin. Jamás dejará de necesitar a cristianos que se preocupen y que se acuerden de ella.
En momentos como éste, no olvides que Dios tiene el control y que Él quiere que seamos un consuelo para los demás.
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